Thursday, December 11, 2008

Seis horas

Seis horas

Seis horas

Seis horas habían pasado desde que llegase a la ventana designada, aquella desde la cual tenia una línea directa de visión hacia su objetivo, que estaba lejos de las miradas de la gente que pasaba por la calle debajo, que le permitía estar sentado mientras esperaba, que no recibía luz del sol directa que pudiera deslumbrarle, que le permitiría ocultarse tras llevar a cabo su disparo, en pocas palabras la ventana perfecta.

Seis horas llevaba esperándole, su objetivo, aquel hombre al que no conocía, aquel hombre anónimo y alejado de la atención publica, pero aun así lo suficientemente conectado con el movimiento enemigo, con el suficiente conocimiento único, con tanto poder emocional sobre ellos, que su muerte que muy probablemente pasaría en el anonimato seria suficiente para hacerles temblar, para causar esa pequeña fisura en su impenetrable organización que les permitiera adentrarse, entender y finalmente destruir a la organización enemiga.

Seis horas en las que había memorizado cada detalle de la puerta por la cual saldría, una puerta con adornos sencillos pero aun así hermosos de líneas fuertes y delicadas al mismo tiempo, se observaba de madera sólida suficiente incluso para usarse como escudo temporal sin embargo por el giro quedaría a espaldas convirtiéndose entonces en un obstáculo de escape, su color claro haría resaltar aun mas la silueta de su objetivo.

Seis horas para acostumbrar su cuerpo a esa posición, que aunque estaba sentado lo cual evitaba el cansancio, el mantenerse encorvado sobre la mirilla del rifle, el tener sus brazos sobre el, el dedo listo sobre el gatillo durante tanto tiempo podría haber sido complicado, y hubo un momento tras haber pasado 2 horas en que si, el estar fijo como estatua quizá hubiera afectado un poco su tiempo de respuesta, pero ahora ya no, su cuerpo sentía la posición tan natural, que incluso reaccionaria mas rápido que cuando recién llego.

Seis horas para aprender los ligeros cambios en el viento de la calle y ajustar el ajuste de tiro, para acostumbrase a los sonidos periféricos de la calle y comprender peatones o autos que se acercaran, aunque ninguno se convertiría en obstáculo

Seis horas en las cuales pensar, habría de matar nuevamente, cortar la vida de un ser humano que aun tenía sueños, que aun debía vivir. Para explicarse a si mismo por que esa muerte era necesaria, que beneficios traería ejecutarle y que daños el que siguiera con vida. Para negarse lo atroz de su acto, del mal que cometía al dispararle, del bien que existía en no hacerlo. Para convencerse a si mismo de que llegado el momento disparar del gatillo no le convertiría en asesino.

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